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Esta obra rastrea cómo nos enteramos de que existía lo libre, lo no domado. Nos lleva de los primeros exploradores, que descubrieron la existencia de seres humanos salvajes del siglo XV al XVIII, a los que constataron en el XIX que su antigüedad se remonta a cientos de miles de años y el surgimiento de los naturalistas que despertaron el aprecio por la vida silvestre.
Indaga caminos por explorar. Se adentra en ellos hasta dónde le ha sido posible al autor. Son primeras aproximaciones a la fascinante investigación del ser humano ancestral paleolítico, que vivía inserto en la vida salvaje.
Los 7.500 millones de humanos que saturamos el mundo somos neolíticos. Quedan menos de medio millón de recolectoras–cazadores de cultura similar a la de los 100.000 españoles y europeos paleolíticos, parte de los entre cinco y diez millones de humanos de cultura recolectora–cazadora que había en el mundo hace 10.000 años.
Son los 700 Hadzabé en Tanzania; 95.000 Sun en Botswana; 150.000 Inuit en el Ártico; 15.000 Ainú en Japón; 6.000 Hezhen, en Siberia; 2.000 Aché en Paraguay; 300.000 Pigmeos en África central; 9.000 Negritos asiáticos (Aetas, Filipinas, Semang) en Malasia, Andamán); Aborígenes australianos; Rampasasa, Isla Flores; T’rung, Tíbet; Maraká, Colombia; algunos extinguidos en el siglo XX, como los Fueguinos de la Patagonia o los Nahedi, de Canadá, entre otros.
(Esta entrada es un extracto del libro: “DESCUBRIR LO LIBRE Cómo se desveló el Paleolítico y la evolución de la vida”. Autor: Benigno Varillas. Madrid, diciembre de 2021. 174 pp – 12×18,5 cm. Nota: parte de este librito fue publicado, a modo de adelanto, en el tomo “La Estirpe de los Libres” en 2018, de modo que el que ya tenga ese tomo lo sepa, no vaya luego a protestar… Adquiérelo si ya lo tienes para regalar y ayuda al autor a continuar esta obra. Gracias. Edición y distribución: https://elcarabo.com/producto/descubrir-lo-libre-2/
Félix Rodríguez de la Fuente leyó de joven el primer tomo de la obra de Eliseo Reclus “El Hombre y la Tierra”(1905-1908) y probablemente leyera “El Arroyo” (1869) –obra de gran similitud con el programa “Río Viviente” (1974, https://www.rtve.es/alacarta/audios/la-aventura-de-la-vida/aventura-vida-rio-viviente/1617633/) en RNE– así como “La Montaña” (1880), obras de este geógrafo anarquista pionero en descifrar el código que encierra la naturaleza sobre la libertad.
Está por indagar, en qué medida este pensador, que murió en 1905, influyó en la cosmovisión de Félix Rodríguez de la Fuente.
En el prefacio de su obra, “El Hombre y la Tierra”Reclus se expresaba de la siguiente manera:
«Hace algunos años, después de haber escrito las últimas líneas de una larga obra, La Nueva Geografía Universal, expresaba el deseo de poder un día estudiar al hombre, en la sucesión de las edades, como le había observado en las diversas regiones del globo y establecer las conclusiones sociológicas a que había llegado. Trazaba yo el plan de un nuevo libro en que se expondrían las condiciones del suelo, del clima, del todo el ambiente en que se han cumplido los acontecimientos de la historia, donde se mostrase la concordancia de los hombres y de la tierra, donde todas las maneras de obrar de los pueblos se explicasen, de causa a efecto, por su armonía con la evolución del planeta».
Hablamos de planteamientos que hablan de armonía del hombre con la naturaleza y se alejan del social–darwinismo imperante en el momento. Reclus nos habla de una ruptura primitiva en esa relación entre el hombre y el medio natural, algo que explica la aparición del Estado y de una sociedad dividida en dominantes y dominados.
Los hermanos de Elisée alcanzaron también gran notoriedad: Elías, el mayor, mitólogo y etnólogo, profesor de religiones comparadas en la Universidad Nueva de Bruselas; Onésimo, geógrafo experto en África; Pablo, notable cirujano, profesor de la Facultad de Medicina de París, Armando, oficial de la Marina francesa, explorador de la zona del Darién y uno de los padres del proyecto del Canal de Panamá.
VIDA de Eliseo Reclus:
Elías, y Elisée se escapan del colegio a los doce años con otros compañeros, recorriendo las provincias francesas del Mediterráneo. Elisée, en 1847, se matricula, por indicación de su padre, en la Facultad de Teología de Montauban. El padre, que no pierde las esperanzas de contar con otro pastor en la familia, decide enviar a Elisée a estudiar teología a la Universidad de Berlín. Pero ya es tarde. Ha de resignarse a la evidencia de la transformación de su hijo, que desdeña ahora la teología. Elisée cambia las Escrituras por las clases de Carl Ritter, catedrático de geografía de la Universidad de Berlín, autor de “La geografía en sus relaciones con la naturaleza y la historia del hombre”, obra inconclusa en diez tomos, publicada entre 1822 y 1859, uno de los trabajos fundamentales de la geografía comparada que, en cierta manera, sería complementado más tarde por la “Geografía universal” de ‘Elisée Reclus, al incluir estudios de Europa, América y Oceanía.
A los 22 años, Elisée Reclus se embarca como ayudante de cocina del John Howell, velero de tres mástiles que zarpa de Valentía con destino a Nueva Orleans, donde consigue empleo de preceptor en casa de los Fortier, propietarios de extensas plantaciones. Entonces descubre la tragedia de la esclavitud. Su capacidad de análisis y su indignación compasiva le permiten escribir “La esclavitud en los Estados Unidos”.
En 1868 aparece el estudio de Elisée sobre los continentes, que constituye el primer volumen de “La Tierra”, y luego sus libros “Historia de un arroyo” e “Historia de una montaña”, ejemplos clásicos de geografía viviente. En 1872 firma con la casa Hachette un contrato para la redacción y publicación de la “Nueva geografía universal”: 19 tomos de 900 páginas cada uno, mil grabados y cuatro mil mapas, obra que se editaría en fascículo. Reclus emplea veinte años en concluirla.
En 1877, Reclus conoce a Pedro Kropotkin, con el que colabora. El anarquista ruso era también geógrafo. En Reclus el amor a la naturaleza, y a las personas, se manifiesta como una misma cosa; por ello una de sus grandes obras se titularía precisamente “El Hombre y la Tierra”, que escribe principios del siglo XX, publicada después de su muerte, en Thouront, (Bélgica), el 4 de julio de 1905.
Frases que definen a Reclus:
“Tengo necesidad de andar, de ver nuevos países, de contemplar sobre todo esas cordilleras con las cuales sueño desde mi infancia… Por otro lado, ver la tierra es para mí tanto como estudiarla; mi único estudio verdaderamente serio es el de la geografía, y creo que es mucho mejor observar la naturaleza en ella misma, que figurársela en el fondo de su cuarto de trabajo. Ninguna descripción, por bella que sea, puede ser verdadera, porque no puede reproducir la vida del paisaje, el correr del agua, el temblar de las hojas, el canto de los pájaros, el perfume de las flores, las formas cambiantes de las nubes; para conocer es preciso ver.”
“Veo surgir nuevamente ante mis ojos el amado perfil de los montes, vuelvo a entrar con el pensamiento en las umbrosas cañadas, y durante algunos instantes puedo disfrutar apaciblemente de la intimidad con la roca, el insecto y el tallo de hierba.
(E. Reclus: “La Montaña”)
Obras
Novísima Geografía Universal (1906) en seis volúmenes, traducido por Vicente Blasco Ibáñez con la colaboración de Alberto Carsí. Editorial Prometeo Valencia.
Viaje a la Sierra Nevada de Santa Marta (1992); prólogo de Álvaro Rodríguez Torres. (Voyage à la Sierra Nevada de Sainte Marthe. Paysages de la nature tropicale (1861))
El Hombre y la Tierra (1931) Editada en fascículos y también disponible en tomos encuadernados.
Viaje a Sierra Nevada de Santa Marta, Editorial Laertes, 1990 – ISBN 9788475841274
La monumental obra de Élisée continúa siendo leída y estudiada cien años después de su fallecimiento. Entre los personajes que se han confesado admiradores de su obra están figuras de la talla de Jules Verne, Manuel González Prada o Vicente Blasco Ibáñez.
Desde el final de la dictadura franquista han sido reeditados numerosos trabajos suyos como “El Hombre y la Tierra” (Madrid: Doncel, 1975).
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